viernes, 10 de enero de 2014
La Privatización del Amor.
Con frecuencia,todos aquellos liberales asíduos visitantes de foros libertarios,de publicaciones sobre economía basadas en los principios de Mises y ávidos lectores de textos que diseccionan las estructuras sociales desde el prisma intelectual de autores como Rothbard o Hoppe,nos encontramos con la oposición y el ataque frontal de una sociedad cada vez más presa de un espíritu estatista y socialdemócrata que ,poco a poco,va despojando al individuo de su bien más preciado : la libertad.
Así,asistimos a diario a los debates entre los partidarios de la propiedad privada y los contratos voluntarios entre las partes y ,del otro lado,los defensores de un Estado cada vez más fuerte e intervencionista en todas y cada una de las facetas de la vida del individuo.La sanidad,la educación y la energía; también la justicia y la policía,el mercado laboral ,los recursos naturales y el territorio de un país son elementos del debate permanente entre los liberales y los temerosos de la libertad. Y es en este escenario en el que surgen posiciones intelectualmente solventes y, a su vez, extremadamente provocadoras y reprochables para los súbditos del estado,que han servido como fuente de inspiración para éste artículo. Personajes de la brillantez y la talla intelectual del Profesor Miguel Anxo Bastos,han abogado (por ejemplo) por la privatización de las playas con el consiguiente escándalo social y la desaforada respuesta de los sectores estatistas http://www.intereconomia.com/noticias-negocios/claves/deberia-privatizar-playas-y-vender-obras-arte-20130720 ; el Profesor Juan Ramón Rallo provocó toda una catarata de críticas,reproches y ataques ad hominem por un artículo en el que defendía la supresión del Salario Mínimo Interprofesional http://juanramonrallo.com/2013/05/que-salario-minimo-le-impondria-a-su-peor-enemigo/ ; para ganarse la amistad,la admiración y la presencia en todas las Oraciones del sector de los denominados “intelectuales”,el Profesor Huerta de Soto impartía esta clase en la Universidad Rey Juan Carlos : http://www.youtube.com/watch?v=S1Ta0zxdXJE .
Por supuesto,la talla intelectual de quien les escribe difícilmente alcanza a algo más que el elegir a estos brillantes personajes como referencia intelectual pero,como les comentaba al principio del artículo,sí han servido como fuente de inspiración a la hora de reflexionar acerca de elementos inherentes al ser humano desde la óptica del “Ser Liberal”.Así,y pidiendo perdón de forma anticipada a todos los militantes de la servidumbre estatal y muy especialmente a los románticos empedernidos ,paso a poner en común con todos ustedes mis reflexiones sobre LA PRIVATIZACIÓN DEL AMOR.
Frecuentemente, leemos en los tratados de economía la definición de “bien económico “ y podemos observar que es la ESCASEZ el elemento determinante que hace que un bien general se transforme en un bien económico,objeto de estudio de la ciencia económica. Si atendemos a las opiniones de los más pesimistas,podríamos llegar a considerar el amor en estado puro como un bien económico debido a su cada vez más escasa presencia en las relaciones interpersonales. Pero el objeto de este artículo es la aparente consideración del amor como bien económico por parte del Estado,atendiendo a la especial atención y dedicación que éste último ha puesto en su control a lo largo de nuestra historia. Y para ello les voy a pedir que me acompañen en un viaje en el que visitaremos dos de los lugares con la mayor intervención estatal que el ser humano pueda padecer: la Alemania nazi y la Rusia comunista,trágicas historias de coacción y violencia unidas por el nexo del socialismo y que bien pueden ser el ejemplo extremo del carácter autoritario que rige a nuestros actuales Estados.
Con los bolcheviques, Rusia pasó en gran parte de su territorio del feudalismo al desarrollo industrial en un plazo muy breve de tiempo. La mentalidad campesina seguía presente en una población que tenía que demostrar al mundo que estaba formada por hombres de una nueva sociedad. Este proceso, el cambio que se llevó a cabo, se hizo a base de propaganda, adoctrinamiento y represión.
Además, a las penurias que arrastraba el país cuando estaba subdesarrollado, hubo que añadir una guerra civil, la peor parte de una guerra mundial, el estalinismo en toda su crudeza y, en muchas regiones, las consecuencias de las políticas de colectivización del campo. Se sacrificaron varias generaciones para llegar a la sociedad soviética de los 60 y 70, que gozaba de estándares de vida que, por duros que fueran, nunca se habían dado en el país, y que tenía cierta estabilidad económica y servicios básicos de Educación y Sanidad aceptables. Para todo eso, coinciden los historiadores, murieron millones, fueron encarcelados miles y los supervivientes no eran prodigios de equilibrio mental y estabilidad emocional. Por supuesto,todo esto tuvo su reflejo en las relaciones afectivas.El médico endocrinólogo ruso y miembro del Partido Comunista,el doctor Mijail Stern publicó en 1979 el libro titulado “La Vida Sexual en la Unión Soviética”,sólo dos años después de que Simone de Beauvoir iniciara una campaña para su liberación de un campo de concentración soviético en el que realizaba trabajos forzados bajo la acusación de recibir sobornos y del envenenamiento de niños (sic),además de no disuadir a su hijo de que emigrara a Israel como le había pedido el KGB que hiciera. Muchos de los casos que el doctor Stern recoge en su libro no pueden considerarse como exclusivos de la URSS, pero hay cuestiones de fondo que sí que pueden servir para formarse una idea de lo que era aquello desde el punto de vista sexual.
El sexo no era considerado como una actividad culpable entre los campesinos rusos. Existían múltiples canciones populares de carácter sexual e incluso fiestas aldeanas donde se llegaba a relaciones libres entre ambos sexos. Tampoco estaban mal vistas en algunos casos las relaciones preconyugales. Pero todo en el contexto de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo. Cuando llegó la ruptura, durante los primeros meses de la revolución leninista, en los años 20, hubo un periodo de locura colectiva. La subversión política y económica, con el hundimiento de las instituciones tradicionales, llegaba también de la mano de un deseo de liberación sexual. Hubo manifestaciones de nudistas. Se crearon ligas del amor libre. La juventud estaba exaltada: en las juventudes comunistas comienza a gestarse la opinión de que el sexo es una necesidad más que hay que satisfacer como el hambre o el sueño, sin santificarlo, sin mitos. El sexo tiene que ser como compartir un pedazo de pan, sostuvo un miembro del Komsomol citado por el autor. Hasta llegó a haber bodas a tres. El poeta Vladímir Mayakovski, cita, protagonizó una de ellas y se casó con una pareja : los Brik.
“Los celos pertenecen al pasado. Desterramos de nuestra vida sentimental el sentimiento de propiedad. Quien aspire a la libertad por sí misma, debe admitirla también en un compañero. (Alejandra Kollontai, dirigente del Partido Comunista)”
Pero la liberación no estuvo exenta de pinceladas dramáticas. En algunas regiones se pretendió que las mujeres solteras se inscribieran en oficinas del “amor libre” donde tenían derecho a elegir esposo entre todos los hombres de 19 a 50 años. O viceversa, ser elegida. “A partir de los 18 años de edad, toda muchacha queda declarada de propiedad estatal”, decía un decreto del soviet de las ciudades de Vladimir y Saratov. El malestar entre los más altos estamentos políticos no tardó en notarse. Había un problema que superaba incluso el disgusto de los campesinos y sus formas de vida tradicionales: el dominio de la población y el mencionado cambio al “hombre nuevo”. Desde el poder, empezaron a llegar señales conservadoras con, por ejemplo, la definición de la sexualidad desde una óptica ideológica:
“Sentir atracción sexual por un ser que pertenezca a una clase diferente, hostil y moralmente ajena, es una perversión de índole similar a la atracción sexual que se pudiera sentir por un cocodrilo o un orangután. (Zalkind, Revolución y juventud, 1925)”.
No obstante, el proceso de creación del “nuevo hombre” siguió adelante. Y para ello, los comunistas se propusieron destruir por completo la institución familiar, que hacía de paraguas ideológico. Esto lo cuentan varios historiadores, como el británico Robert Service. El objetivo era que el individuo recibiera la doctrina del Estado sin que su padre, su tío o su madre pudieran ponérsela en duda. La familia era un nexo con el “viejo mundo”. El problema es que cargársela tuvo consecuencias nefastas: se cuadriplicó el número de abortos y aparecieron nueve millones de niños huérfanos, vagabundos y jóvenes delincuentes. Un grave problema en el caos de la Rusia revolucionaria. Entonces sí, empezaron a dar marcha atrás:
¡La misma enfermedad aqueja por igual a la juventud comunista y a los miembros mayores del partido. Entablan relaciones amorosas a la ligera, sin ganas de que duren. La constancia es algo aburrido a su juicio, y los términos de marido y mujer son invenciones burguesas. (Pravda, 7 de mayo de 1925).”
“La ausencia de control en la vida sexual es un fenómeno burgués. La revolución necesita una concentración de fuerzas. Los excesos salvajes en la vida sexual son síntomas reaccionarios. Necesitamos mentalidades sanas. (Klara Zetkin)”.
Así se llegó a la llamada “virtud estalinista”. La familia vuelve, pero no en su formato burgués, sino en una modalidad soviética como para ponerle un marco. Según el ideólogo del régimen, Makarenko, la sociedad delegaba en la familia sus poderes. Era su responsabilidad formar nuevos comunistas. Aparecía el concepto de familia como “unidad de producción humana” para adoctrinar y, entre otras cosas, poner a las madres a parir valiosos hijos para la castigada demografía de la URSS.
“La medicina oficial soviética lleva diez años repitiendo con obstinación que el despertar sexual se manifiesta casi siempre en la mujer después de nacer el primer hijo (…) esta incongruente afirmación no pretende remediar la frigidez, sino más bien estimular la natalidad decreciente.”
Los hijos tenían que ser pioneros, prestarle juramento al régimen, y el padre un dechado de virtudes “hiperproletarias” que “no hace apenas el amor y suele relegar incluso el amor platónico a un mañana mejor”. Amar a tu media naranja era egoísmo propio del pasado reaccionario. La pareja, la familia, se asentaba en el amor al radiante porvenir.
Los roles, por ridículos que pudieran parecer, se mantenían con la intervención del Estado en todos los órdenes de la vida mediante la delación. Había cónyuges que se denunciaban entre sí. A un niño que denunció a su padre durante la colectivización, Pavlik Morozov, se le levantaron estatuas por todo el país. Los vínculos familiares y el occidental amor romántico pasaron a ser un engendro de relaciones ideológicas y “amor de clase” bastante poco realista con las pulsiones humanas.
En 1966, una película de Marlen Khutsiyev dejó boquiabiertos a los espectadores soviéticos. Por primera vez desde hacía muchas décadas, una obra de arte mostraba el amor como algo desvinculado de la ideología:
“Una de las películas más populares que se hayan proyectado en la Unión Soviética durante los años sesenta fue La lluvia de julio. Vemos que un hombre traba amistad con una chica mientras ambos esperan que pare un chaparrón. Largas conversaciones siguen a este encuentro durante los cuales los dos jóvenes se van enamorando mutuamente sin más unión que el cable de teléfono. La película alcanzó gran popularidad por su carácter insólito y por demostrar que un hombre y una mujer, aun separados, pueden establecer contactos simples y sinceros en los que el amor adquiere tintes de ternura, de delicadeza y de humor.”
Pese a todo, lo más insoportable para la vida sexual de los soviéticos fue el problema de la vivienda. Durante muchos años la mayoría de la población de las ciudades compartía apartamentos donde, en cada habitación, residía una familia entera. Los problemas de intimidad no hace falta explicarlos. Las parejas tenían que buscar el momento en el que los abuelos se iban de paseo con los nietos para poder acostarse. Si no, esperar a medianoche y hacerlo en el suelo, para que no crujiera el colchón, mientras los demás dormían. Pero por lo general era complicado librarse de lo ojos y oídos de los vecinos, con los que compartían también el baño.
Los cementerios, los parques y los taxis, a cambio de una botella de vodka para el conductor, se convirtieron en los picaderos habituales de las parejas menos doblegadas por la propaganda y el adoctrinamiento sexual.
Al mismo tiempo, muchos ciudadanos tenían miedo de las apariciones nocturnas de la policía en los domicilios. Un pánico que, si les había tocado alguna vez, no olvidaban jamás. Stern detectó que este estado de ansiedad había llevado a la impotencia a muchos hombres. Y en las mujeres, frigidez. Incluso un síntoma curioso, que los músculos vaginales experimentaran una contracción súbita al más mínimo sobresalto durante el acto y la pareja se quedaba “pegada”.
Además, con este panorama, los manuales médicos soviéticos más acreditados recomendaban sexo no más de una vez al día y con una duración tampoco superior a un minuto. Gustarse haciendo el amor podía causar problemas mentales, advertía la medicina de aquel tiempo. Por no haber, no existía ni traducción para la palabra “orgasmo”, se decía un triste y proletario “terminar”.
“Besarse en la calle equivale a cometer una porquería. Permitirse fantasías eróticas en las técnicas sexuales supone convertirse en adepto del marques de Sade. Prolongar la duración del acto sexual es jugar con fuego y arriesgarse a los más graves trastornos neuróticos.”
De este modo, varias generaciones de soviéticos viviendo sin intimidad, con la tensión propia de un estado policial y martilleados por la propaganda política, desconocían prácticamente todo sobre su cuerpo y la salud sexual. El mensaje penetró en la sociedad. El “nuevo hombre” de la “nueva sociedad” iba a estar asexuado. Tenía el pudor como una de las grandes virtudes socialistas. Lo cierto es que, efectivamente, existían motivos demográficos para que el poder quisiera convertir a la mujer en una máquina de parir, pero con su modelo familiar negó la naturaleza biológica del sexo. Y de ahí, coger la senda de lo que se han llamado “desviaciones”, por un lado, y del recalcitrante puritanismo, por otro, fue dicho y hecho.
—“No se fijen en mí —les dice el fotógrafo— hagan como si yo no estuviera, pueden besarse, no se preocupen.
La joven saltó de indignación.
—¡Cómo se atreve! ¡que tampoco somos amantes! ¿Besarnos? ¿Olvida usted acaso que tenemos hijos? “
Por el lado de las citadas “desviaciones” se inició un fenómeno que Stern consideró lo bastante extendido por todas las urbes de la URSS como para entenderlo genuino de este país y su sexualidad: el exhibicionismo. Los típicos hombres desnudos bajo una gabardina eran muy frecuentes. Las jóvenes llevaban la cuenta de cuántos veían cada día. Para Stern, existía una relación directa entre el régimen y el hombre bloqueado, con complejo de inferioridad, impotente, que no puede afirmarse sexualmente si no era de esta manera. Las escenas y casos de exhibicionismo y tocamientos furtivos son numerosas en todo el libro.
Pero una sociedad como la soviética,intervenida hasta los aspectos más íntimos de la naturaleza humana encuentra,tal y como decíamos al comienzo de este artículo,a su homóloga en el corazón de la vieja Europa y con el socialismo como verdadero nexo destructor y liberticida.Corren los primeros años 30 y llegamos en nuestro viaje hasta la Alemania del recién elegido canciller : Adolf Hitler.
Desde enero de 1933, el objetivo del nazismo fue lo que denominaron como Gleichschaltung. El significado inicial de este término —procedente de la ingeniería— era el de la conversión de la corriente eléctrica alterna en continua. En un sentido más amplio podría traducirse como “coordinación” o “alineamiento”. De lo que se trataba era de nazificar la sociedad alemana, ahormar según el ideario nacionalsocialista todas las costumbres, asociaciones, creencias, leyes, actividades culturales, relaciones personales, entretenimientos… Según explicaba un alemán de la época asociando el concepto a su sentido originario: “la misma corriente ha de fluir a través del cuerpo político del pueblo”. Se trató de un espectacular proceso de ingeniería social, gigantesco aunque gradual a lo largo de los años treinta, revolucionario en unos aspectos y conservador en otros, que fue impuesto desde el Estado pero que contó con la colaboración entusiasta de muchos alemanes y la aceptación pasiva de la mayoría. La liberación de las costumbres sexuales así como la disminución de la natalidad y del número de matrimonios durante la República de Weimar fue considerada a ojos del nazismo como un claro síntoma de decadencia. De acuerdo a su visión del mundo, la mujer debía estar apegada a las tres k: kinder, kirche, küche (niños, iglesia, cocina). El propio Hitler afirmó en cierta ocasión que los derechos de las mujeres en el Tercer Reich consistirían en que toda mujer encontraría marido. El Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, por su parte, indicaba que “la mujer tiene el deber de ser hermosa y traer hijos al mundo, y esto no es tan vulgar y anticuado como a veces se cree. La hembra del pájaro se embellece para su compañero e incuba sus huevos para él”. Un ideario que contaba con la aprobación de muchas de ellas —decía el que fue corresponsal español en Berlín Manuel Chaves Nogales en aquel tiempo— puesto que:
“Las mujeres, a las que la crisis ha echado a la calle, tienen que patear y luchar a brazo partido con los hombres en medio del arroyo. Las pobres, en esa lucha, llevan la peor parte, naturalmente, y si de pronto aparece un guardia que dice autoritariamente: “¡Basta; a la cocina!”, la mujer se va muy contenta, porque supone que, efectivamente, hay una cocina a la cual se puede ir a cocinar”.
Si las mujeres debían dedicar su vida a criar a los hijos, darles una educación universitaria era entonces un desperdicio de recursos, así que una de las primeras medidas que adoptaron fue restriingir su acceso a la universidad, estableciendo un máximo de un 10% sobre el total del alumnado. Asimismo, se les prohibió ejercer como jueces y fiscales dado que “no pueden pensar lógicamente ni razonar objetivamente, puesto que se rigen por sus emociones”.
La estricta separación por sexos que estableció el régimen y la expulsión de las mujeres de casi cualquier ámbito público (acorde a la estructura del Partido, íntegramente masculina) no facilitaba precisamente la tarea de encontrar pareja. En regiones como Breslau se decretó que las menores de 18 años que acudieran a una sala de baile sin la compañía de un adulto irían a un reformatorio, posteriormente la Ley para la Protección de Menores prohibía a los menores estar en la calle desde el momento en que oscureciera, y después de las 9 de la noche únicamente podían ir al cine, sala de baile o restaurantes en compañía de un adulto. Pero como decían en Parque Jurásico la vida siempre se abre camino, así que durante el gran mitin de Nuremberg de 1936, que contó con 100.000 asistentes de las Juventudes Hitlerianas y de su equivalente femenino, la Unión de Jóvenes Alemanas, 900 chicas menores de 18 años regresaron del evento embarazadas. En más de la mitad de los casos no se pudo determinar quién fue el padre. En ciudades como Hamburgo se popularizó una moda de cierta rebeldía —aunque el régimen nunca llegó a verlo como una amenaza real— llamada “movimiento swing”, en el que jóvenes de ambos sexos acudían a fiestas privadas vestidos al estilo moderno de ingleses y americanos (y ellas muy maquilladas, con faldas cortas y actitudes provocadoras) para bailar música jazz, prohibida al estar vinculada a los negros. Hay una película al respecto protagonizada por Christian Bale y que lleva por título Rebeldes del swing.
La anteriormente mencionada Unión de Jóvenes Alemanas, que ocupaba el tiempo de sus integrantes con pruebas gimnásticas y adoctrinamiento ideológico, tenía una sección para las chicas de 17 a 21 años llamado Fe y Belleza. En ella se inculcaban nociones de economía doméstica y moda nacional, que consistía en blusa blanca, falda recatada hasta el tobillo y zapatos gruesos. La vestimenta que debía tomarse como referencia era el Dirnl, el típico traje tradicional alemán que tantas veces hemos visto en imágenes del Oktoberfest y similares. La mujer alemana debía ser austera y rehuir cualquier reclamo sexual, tal como veíamos en el anuncio del comienzo. Hacerse la permanente era castigado con afeitado de la cabeza, ya que las jóvenes debían llevar dos trenzas rubias a cada lado o bien una corona de trenzas llamada gretchen. Si bien eran populares las marcas de champú que les permitían tener un pelo más rubio, el maquillaje se consideraba una moda extranjera totalmente inapropiada y en Berlín se dieron casos en los que mujeres que iban muy maquilladas eran insultadas al grito de putas y traidoras y algunos Camisas Pardas (miembros de las SA) regañaban a aquellas que veían por la calle con los labios pintados o las cejas depiladas. Pero este acoso no logró erradicar la costumbre y se popularizaron maquillajes que proporcionaban un aspecto natural.
Para evitar que ninguna mujer se quedase para vestir santos las autoridades pensaron que, una vez concluida la guerra, los soldados que hubieran demostrado más valentía en el campo de batalla podrían casarse con dos mujeres. Un plan que no pudo ponerse en práctica debido al curso de la historia que ya conocemos. Pero lo que sí se llevó a cabo fueron los Lebensborn (Fuente de Vida), hogares para mujeres solteras que eran fecundadas por los sementales considerados más racialmente idóneos de las SS, las tropas de elite dirigidas por Heinrich Himmler. Los sacrificados patriotas que adquirieron esta responsabilidad lograron embarazar en total a 8.000 candidatas. El protocolo en estas fábricas de superhombres era el siguiente, según un testimonio de una de las jóvenes que pasaron por allí:
“En el hostal de Tegernsee, esperé hasta el décimo día, después del comienzo de mi menstruación y fui examinada médicamente, a continuación me acosté con un hombre de las SS que tenía que cumplir también su obligación con otra chica. Cuando se diagnosticó el embarazo, pude elegir entre volver a casa o entrar directamente en un hogar de maternidad (…) El parto no fue fácil, pero a ninguna mujer alemana que se precie se le ocurriría hacerse dar inyecciones artificiales para aminorar el dolor”.
Si por el contrario lograban encontrar un prometido, para poder casarse la pareja debía contar con la aprobación del Tribunal de Salud Hereditaria. Su finalidad era impedir la procreación a “individuos inferiores y asociales, enfermos, deficientes mentales, locos, tullidos y delincuentes”. Aunque su aplicación fue escasa, quienes no lograban superarla se enfrentaban a la esterilización forzosa.
Una vez logrado el visto bueno la boda podía celebrarse, aunque no era lo más habitual, mediante un ritual neopagano. Tenía lugar bajo un retrato de Hitler —y si el esposo contrayente además era de las SS recibía como regalo una edición de lujo del Mein Kampf—, en el altar se depositaba un cuenco metálico con runas (antiguos signos germánicos que representaban un alfabeto rudimentario) grabadas en un lateral, mientras que en su interior debía arder un fuego sagrado. El fuego era de hecho uno de los elementos fundamentales en la cosmovisión nazi, bien fuera realizando desfiles nocturnos con antorchas, saltos sobre el fuego como rito de iniciación en las Juventudes Hitlerianas o en el uso de una antorcha con la que encender un pebetero en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 (rito éste que como vemos ha perdurado hasta hoy). Una vez concluido el rito los recién casados entonces podían solicitar un préstamo sin intereses del Estado por valor de 1.000 marcos, siempre que la mujer se comprometiese a no trabajar. Como hemos visto, su función debía ser otra.
Hitler atribuía a la natalidad un valor patriótico-militar: “también la mujer tiene su campo de batalla; con cada niño que trae al mundo y ofrece a la nación participa en la lucha por el bien de ésta”. De esa manera se conseguirían más soldados para una guerra que se veía próxima, y posteriormente esa nueva generación podría colonizar el llamado “espacio vital alemán” que se habría logrado conquistar en ella. De hecho durante la guerra se popularizó la expresión “he donado un hijo al Führer” cada vez que una mujer quedaba embarazada o daba a luz. Curiosamente algunas parturientas rechazaban cualquier anestesia, prefiriendo en su lugar gritar “Adolf Hitler”, lo que se consideraba que tenía propiedades analgésicas.
Dado que fomentar la natalidad era prioritario, se restringió la venta de anticonceptivos y se prohibió el aborto, aunque no para las mujeres judías. El acto sexual pasó a ser conocido humorísticamente como rekrutenmachen (hacer reclutas) mientras que las mujeres estériles pasaron a ser llamadas despectivamentebevölkerungspolitische blindgäger (fracasos demográficos). El 12 de agosto de cada año, coincidiendo con el cumpleaños de la madre de Hitler, el propio Führer otorgaba a las mujeres más prolíficas la Cruz de Honor de la Mujer Alemana. De bronce para quienes tenían más de cuatro hijos, de plata para las que tenían más de seis, y de oro para quienes superaban los ocho hijos. Asimismo, el décimo hijo de una mujer pasaba a ser apadrinado por él y tenía que recibir el nombre de Adolf. Una vez nacía un niño, era costumbre anunciarlo en un periódico local, como vemos en este ejemplo publicado en el Dresdner Anzeiger el 27 de julio de 1942:
“Volker ψ 21-7-1942. En la época suprema de Alemania, a Thorsten le ha nacido un hermanito. Con alegría teñida de orgullo, Else Hohmann y Hans-Georg Hohmann, Untersturmführer de las SS en la res. Dresde, General Wever-Strasse”.
Aparte del paganismo del símbolo de la Runa de la Vida, resulta llamativa esa mezcla de solemnidad patriótica y cercanía familiar. Respecto al nombre del hermano, era también típicamente nazi, puesto que se sustituyeron los tradicionales de origen cristiano por los presentes en sagas germánicas como Sieglinde, Edeltraud, Günther o Ekke-Hard, así como aquellos que incluyeran un guión como Bernd-Dietmar o Dietmar-Gerhard, que al parecer eran más genuinamente alemanes.
Por cada niño se otorgaban ayudas estatales en forma de reducción de impuestos y condonación de la cuarta parte del préstamo de 1.000 marcos que antes mencionábamos. Asimismo, los gobiernos locales otorgaban diversas ayudas como uniformes escolares o una reducción en las facturas de agua y electricidad. Se incrementó la construcción de viviendas sociales destinadas a familias numerosas, en las que además el marido tenía preferencia para obtener un empleo en ciertos sectores. Las familias también contaban con el apoyo del Servicio de Madres del Reich, dependiente de la Asociación Nacionalsocialista de Mujeres, que daba cursos para enseñar a cocinar, coser y cuidar de recién nacidos.
Visto hoy en día, esos seis, ocho o diez hijos son realmente es mucha descendencia, pero seguían siendo pocos a los ojos de los especialistas en higiene racial que dirigían las instituciones. Como Fritz Lenz, quien estimaba que cada mujer debía tener a lo largo de su vida 15 hijos y cualquier cifra menor sería debido a “causas no naturales o patológicas”. La exigencia de dejar descendencia no se limitaba a una propaganda martilleante, sino que en ciertos trabajos era un requisito indispensable también para los hombres. Un memorando del Ministerio del Interior de 1937 explicaba que:
“Todos los aspirantes solteros a un ascenso en el cuerpo de funcionarios deben hacer una declaración escrita exponiendo por qué no se han casado y cuándo se proponen hacerlo. Todo funcionario casado y sin hijos que lleve por lo menos dos años de matrimonio debe exponer los motivos por los que no tiene hijos antes de recibir el nombramiento definitivo (esta declaración deberá incorporarse a su expediente personal).”
Sin embargo, esta obsesión por la natalidad se veía en parte contrarrestada por la esterilización. Los higienistas nazis más entusiastas aspiraban a esterilizar al 20% de la población, aunque las cifras acabaron siendo bastante menores. El respeto por los veteranos de guerra tullidos entraba en conflicto con esa tendencia a repudiar a quienes no fueran considerados saludables, pero por otro lado los criterios de aplicación de categorías tan ambiguas como “asociales”, “alcohólicos” o “débiles mentales” hacían que en la práctica aquellos sobre los que se aplicaron fueran principalmente gente de clase baja como prostitutas y mendigos. Para medir la inteligencia de los sujetos juzgados por los Tribunales de Salud Hereditaria se realizaban preguntas como quiénes eranBismark y Lutero, por qué las casas tenían más altura en la ciudad que en el campo o qué forma de Estado era la vigente. Aunque algunos médicos del Partido expresaron su recelo ante estos cuestionarios, ya que consideraban que habría Camisas Pardas incapaces de superarlos. Por otra parte, en esta época la esterilización forzosa era una práctica vigente en países como Dinamarca, Suecia, Noruega (donde llegaron a aplicarla a 40.000 personas) y Estados Unidos.
Respecto a la Ley de Protección de la Sangre y Honor Alemanes de 1935, también conocida como Leyes de Nuremberg, prohibía tanto las relaciones sexuales como el matrimonio entre judíos y arios, aunque acorde con la mentalidad nazi casi siempre castigaba a los hombres, al considerar a las mujeres un sujeto puramente pasivo en una relación, exceptuando el caso de algunas judías. De esa manera también fue castigada la homosexualidad, aunque no el lesbianismo. No obstante, el culto del nazismo a la camaradería masculina, la prolongada y estrecha convivencia entre jóvenes en campamentos de organizaciones como las Juventudes Hitlerianas y la restricción en el contacto con mujeres, eran un caldo de cultivo bastante propicio para que se produjeran relaciones que las autoridades mantenían ocultas en unos casos y castigaban enviando a los culpables a campos de concentración, donde su tasa de mortalidad era del 60%. De hecho, la ejecución del dirigente de las SA Ernst Röhm, durante La Noche de los Cuchillos Largos fue explicada por Himmler con el argumento de que había intentado establecer una dictadura homosexual que habría llevado a Alemania al desastre.
Pero como hemos podido comprobar a lo largo de este pequeño viaje por la historia,el verdadero desastre vino de la mano del estatismo extremo,del crecimiento desorbitado del peor enemigo que el ser humano puede encontrar a lo largo de su existencia: el Leviatán estatal,en palabras de James M. Buchanan.
Si bien hemos dejado atrás este tipo de episodios extremos de violencia estatal,la maquinaria adoctrinadora de los actuales estados se mantiene en pleno funcionamiento,en ocasiones con técnicas más sutiles y,en otros casos,con métodos que nos recuerdan los tiempos descritos en este artículo. Así,entre las regulaciones estatales en el ámbito del matrimonio podemos encontrar toda una declaración de principios en el artículo 32 de la Constitución:
1. El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica.
2. La ley regulará las formas de matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los derechos y deberes de los cónyuges, las causas de separación y disolución y sus efectos.
Como queda patente,las normas que rigen la relación matrimonial quedan en manos del legislador,pasando a ser el Estado el encargado de velar por el buen hacer a la hora de establecer los criterios que deben regular las uniones entre individuos : el ser humano (a ojos de los citados legisladores) es infalible y responsable a la hora de elegir a sus representantes políticos cada cuatro años pero precisa de la tutela estatal a la hora de decidir con quién relacionarse y,por supuesto,la forma en la que ha de discurrir dicha relación.
Pero no debe quedar duda alguna de que,ante el previsible fracaso del estado en el ámbito de sus regulaciones,al legislador no le temblará el pulso a la hora de continuar con su afán totalitario y legislar incluso contra los mismos principios y valores considerados como fundamentales en sus normativas previas. Así,el principio de Igualdad Jurídica descrito en ese artículo 32 de la Constitución queda destrozado al albur de la Ley de Violencia de Género.
La sentencia que ha respaldado la constitucionalidad del artículo 148.4 del Código Penal, alumbrado en su actual redacción por la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Genero de 2004, supone un aval a una lamentable normativa que no sólo ha demostrado su absoluta ineficacia a la hora de mitigar lo que quería combatir –los casos de violencia doméstica, especialmente los sufridos por mujeres, no han hecho otra cosa que aumentar desde que entró en vigor– , sino que respalda la vulneración de principios constitucionales tan elementales como la igualdad ante la ley o el derecho a la presunción de inocencia.
El artículo 148.4, que había sido recurrido por la juez titular del juzgado nº 2 de Albacete, establece que la pena por agresión puede ascender a entre dos y cinco años de prisión "si la víctima fuere o hubiese sido esposa, o mujer que estuviere o hubiere estado ligada al autor por análoga relación de afectividad", mientras que si la mujer fuera la agresora, la pena no podría superar los tres años de cárcel. Arbitrariedad,violencia y Estado caminan juntos de forma indisoluble.
Ministerios de Igualdad,adoctrinamiento escolar a través de la “Educación de la Ciudadanía” (también en el ámbito sexual y afectivo),regulaciones en torno a la adopción en función del sexo,establecimiento del aborto como “un derecho”…….¿notan ustedes el aliento cercano de las sociedades rusas y alemanas de principios del siglo XX ?.
Intervención,violencia,adoctrinamiento,liberticidio en estado puro….¡¡ el infierno para todo liberal que se precie !!. Y es en este escenario en el que surge la duda y,a la vez,la esperanza del “Ser Liberal”……¿ qué soluciones nos ofrece el libre mercado,la libertad individual y los contratos libres y voluntarios como alternativa a este infierno regulatorio ?.Sin entrar a valorar la idoneidad de dichas soluciones de mercado,nos detendremos (como punto final al viaje emprendido a comienzos del Siglo XX) en un fenómeno en expansión que representa el polo opuesto a todas las políticas intervencionistas aquí descritas : las empresas de relaciones personales.
Parece ser que internet no solo ha cambiado la forma de descubrir al amor de la vida, sino que además conocer a la pareja a través de chats, redes sociales o las plataformas de cita online ofrece más garantías de éxito en la relación. Es lo que han venido a demostrar estudios recientes como el realizado por la Universidad de Chicago. La investigación revela que las parejas que se conocen en la Red son más felices, duran más y tienen menos riesgo de divorcio.
La investigación se realizó a través de una encuesta a 20.000 estadounidenses que se casaron entre 2005 y 2012. De ellos, uno de cada tres había conocido a su actual pareja por internet. Entre los que establecieron su relación online, la mayoría lo hizo en webs de citas (45,01%), después en redes sociales (20,87%), en salas de chat (9,51%) y por mensajes instantáneos (6,68%). En los casos en que se conocieron personalmente, el trabajo fue el lugar donde surgió el amor para un 21,66%, los amigos para el 19,06%, el colegio para el 10,97%, la familia para el 6,77%, el bar o club para el 8,73%, crecieron juntos el 7,57% o en una cita a ciegas para el 2,66%.Este estudio no sólo analizó el origen donde se establecían las relaciones sino que además también se fijo en su éxito. Así mientras el 8% de las parejas que iniciaron su relación fuera de internet se había separado o divorciado, ese porcentaje era mucho menor entre los que establecieron la pareja a través de la Red: de estos solo 6% había roto.
Identificar el origen de la relación llevó también a otra sorprendente revelación: según el lugar o el entorno donde habían surgido los primeros flirteos, el matrimonio tenía más o menos garantías de éxito. Por ejemplo, crecer juntos o concerse en la escuela, a través de amigos o de un grupo religioso estaba vinculado con matrimonios más felices y satisfechos que aquellos que se habían conocido en un bar, un club o en una cita a ciegas. Curiosamente, iniciar una relación en el trabajo era tan malo como hacerlo en un bar o en una discoteca.
Algo similar ocurre en las parejas que se conocen por internet. Los matrimonios que se iniciaron en las salas de chat o comunidades en línea eran menos felices que las parejas que empezaron a través de citas online.
Por otro lado,el doctor Michael Rosenfeld, de la Universidad de Stanford, en su estudio How Couples Meet and Stay Together (Cómo las parejas se conocen y permanecen juntas) afirma que la manera principal en que se encuentran las nuevas parejas -gays o hetero- en EEUU es mediante internet, y que en concreto en el caso de las parejas gays el porcentaje es del 61 por ciento. El estudio se realizó en 2009 entre más de cuatro mil adultos y arroja datos determinantes:una de cada dos nuevas parejas se conoce por internet. La red se ha convertido en un utensilio esencial para cualquiera al que le cueste encontrar compañero. Quien tiene internet en casa aumenta sensiblemente su capacidad para encontrar pareja (un ochenta por ciento de quienes lo consiguieron lo tenían). Y lo que es más llamativo: las parejas que se forman de este modo son igual de estables (o más) que cualquier otra.
Reuben Thomas, profesor asistente de sociología del City College de Nueva York y coautor del estudio puntualiza al respecto: “Nuestros dos años de seguimiento nos han proporcionado pruebas de que las parejas que se conocen por amigos son en realidad las menos estables de todas (y suelen romperse unos dos años después de empezar) mientras que las que se conocen en internet son tan estables como cualquier otra. Mucha gente es cautelosa sobre las conexiones a través de la red, como lo son sobre cualquier conexión hecha en un lugar público sin la presentación de un amigo, pero cuando esos encuentros funcionan y conducen a una relación larga, no hay diferencia alguna.
Las parejas que se forman a través de internet son tan estables como cualquier otra”.En cuanto a la influencia de este hecho sobre la estructura y el funcionamiento familiar, apunta que el alejamiento del modelo típico de pareja empezó mucho antes de la irrupción de internet. Primero fue sustituido por el círculo de amigos y ahora la red está sustituyendo a ambos. El retraso del matrimonio a la edad madura y el crecimiento de la independencia de los varones jovenes y solteros de sus familias son responsables de esto”.
Otro de los cambios importantes que apunta su estudio, quizá el esencial, es que cuando se busca pareja por internet la gente se preocupa más por sus preferencias personales que por el “que dirán”. En los modos tradicionales tenía mucho más peso la convención grupal y los patrones sociales preestablecidos. Es, pues, un cambio sustancial que parece venir dado, exclusivamente, por el medio que se usa para el contacto. “Eso”, admite Thomas, “representa un cambio significativo con respecto a la manera tradicional de establecer parejas. Es mucho más difícil que las parejas que se conocen a través de la familia sean interraciales o interreligiosas. Sorprendentemente las parejas que se conocen en la red no tienen más tendencia a ser interraciales que las que se conocen por amigos. Tenemos todavía mucho que aprender sobre las implicaciones de las citas on-line y sobre cómo cambian las relaciones y expectativas de la gente”.
Es evidente que la regulación estatal en materia matrimonial no ha dejado hueco a la iniciativa privada,pero es gratificante comprobar cómo esa iniciativa privada se abre paso frente a las ideologías totalitarias del siglo XX y a los doctrinarios estados del siglo XXI.Espacios como el de internet en el que la libertad y (con el permiso de la NSA) la intimidad favorecen el desarrollo individual y la desaparición de elementos coactivos. En materia afectiva,es al acuerdo voluntario entre las partes sin necesidad de una “tutela estatal” a lo que aspiramos todos lo que huímos del liberticida Leviatán ,de la misma forma que ,en materia económica, saludamos a las iniciativas que buscan esa libertad contractual huyendo de los aterradores Bancos Centrales con instrumentos como el Bitcoin,que tantos dolores de cabeza están causando a los liberticidas legisladores actuales.
La moneda ,así como el amor,son dos instituciones NO creadas por sistema estatal alguno y que,aludiendo a Ludwig Von Mises Mises y su Teorema de la Imposibilidad del Socialismo “son y serán imposibles de regular de forma centralizada por gobierno alguno ante la enorme cantidad de información cambiante, generada a cada instante,y en un mundo de valoraciones subjetivas, de comparaciones,en un mundo ordinal”.
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1 comentario:
Mi buen amigo Mises, muchas felicidades por el Blog y a dar caña
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