Probablemente el lector no se acuerde ya, pero durante el primer trimestre de 2009 el Gobierno de Zapatero nos estuvo bombardeando con una serie de eslóganes propagandísticos en los que prometía que a partir del mes de marzo... de 2009 el Plan E (aquella juerga que se corrieron los ayuntamientos a costa de 8.000 millones de euros de los contribuyentes, el doble de lo que se espera recaudar cada año con la subida del IVA) empezaría a surtir sus efectos: comenzaríamos a crear empleo y tocaríamos fondo.
"Lo peor de la crisis ya ha pasado", se nos juraba, y Salgado incluso decía ver brotes verdes por suelo peninsular. Bien, más de un año después seguimos igual –perdón, peor– y ya hemos alcanzado la no por simbólica menos escandalosa tasa de paro del 20%.
Que Zapatero lleva fracasando y haciéndonos fracasar a todos los españoles no apesebrados desde que llegó al poder parece ahora evidente, lo cual no obsta para que persevere en su huida hacia adelante. Conocido el fatídico dato gracias a una chapuza del INE, asegura que, esta vez sí que sí, no superaremos el 20%. A partir de ahí empezará a bajar el paro. No le negaré cierta inteligencia en esta estrategia cortoplacista, pues salvo en 2008 la economía española ha creado empleo entre abril y julio casi desde los íberos. No un empleo de demasiada calidad, no de ése que el muy socialista Zapatero proponía eliminar y sustituir por uno más productivo, más estable y más formado, pero tampoco estamos para ponernos estupendos, ¿verdad? Con que las ETTs socorran a los gobiernos socialistas por enésima vez, permitiéndoles maquillar un poco más las estadísticas del desempleo (porque ni en el 93 ni ahora los respectivos Ejecutivos eran mancos a la hora de manipular los datos), ya parecen conformarse. Suficiente.
Pero el caso es que el resto de los españoles, parados, empleados, empresarios, ahorradores, inversores o consumidores, no deberíamos conformarnos con esta agonía zapateril en la que parece querer llevarse por delante al resto de la sociedad. Un 20% de paro sólo exterioriza una economía desestructurada y hecha añicos; una desconexión pasmosa entre un sector social en bancarrota y otro que mal que bien sigue funcionando aunque cada vez con más dificultades.
Por mucho que algunos lumbreras ecologistas, de esos que tanto agradan a Zapatero y al socialismo realmente existente, aseguren que sobran españoles, que las economías capitalistas no dan para más, el esfuerzo y el ingenio humano son el origen de todas nuestras riquezas. Producimos las máquinas, las infraestructuras, los recursos naturales, las mercancías, los servicios, la investigación o la ciencia gracias a esa escasísima materia prima. Que un 20% de los españoles sean incapaces de ponerse a generar riqueza no es indicativo de que no queda riqueza por crear, sino de que están atados de pies y manos por unas absurdas regulaciones públicas que imponen sobrecostes insoportables a su contratación.
Zapatero se niega a recortar "derechos sociales" porque prefiere crear un ejército de reserva de parados como el que pronosticaba Marx a tolerar un mercado laboral libre en el que todo aquel que quiera trabajar pueda hacerlo y lo haga no en ocupaciones impostadas, sino en empleos dedicados a crear riqueza para españoles y extranjeros.
Nunca hubo brotes verdes porque nuestros políticos se han dedicado a echar cemento sobre la tierra. El del Plan E y tantas otras intervenciones contraproducentes. La receta estaba clara desde un principio pero no la quisieron escuchar: liberalizar mercados y reducir el peso del Estado.
"Es la hora de lo público", repetía Zapatero en 2008 y 2009. Ya vemos, pues, qué sucede cuando "lo público" mete sus narizotas en el mercado. Primero los bancos centrales causaron la crisis y ahora los gobiernos, a cual más socialista, nos dan la puntilla. Sí, qué duda cabe, los mercados no funcionan. Menos mal que estos angelicales estadistas nos protegen.
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