lunes, 22 de junio de 2009

Fascialismo.

"Si el liberalismo clásico significa individualismo, el fascismo significa gobierno”
Benito Mussolini, Fascism: Doctrines and Institutions (Pág. 10)

Los dos peores azotes de la humanidad en el siglo XX fueron el socialismo y el fascismo. Juntos hicieron pedazos buena parte de la economía mundial a causa de su compartida "fatal arrogancia" (término de F.A. Hayek) según la cual los planificadores centrales del gobierno eran superiores a la propiedad privada y los mercados libres. Los gobiernos fascistas y socialistas (no es que haya mucha diferencia entre ellos) asesinaron a más de 100 millones de sus propios ciudadanos, como ha documentado el sociólogo R.J. Rummel en su libro Death by Government, e instigaron guerras que causaron las muertes de otros millones más.

Increíblemente, el duopolio bipartidista que desde hace tanto ha gobernado América, ha adoptado tanto el fascismo como el socialismo como características definitorias de nuestro sistema económico. Llamémoslo Fascialismo. Es una receta para el suicidio económico nacional.

Fascismo económico

El fascismo económico, tal y como fue practicado por Italia y Alemania en la década de 1920 y 1930, permitió existir a la propiedad y la empresa privada, pero sólo si ésta estaba estrictamente controlada y regulada por el estado para así servir al "interés público" y no a intereses privados.

La filosofía del fascismo alemán fue expresada en el eslogan Gemeinnutz geht vor Eigennutz, que significa que "el bien común precede al bien privado". "El ario", escribió Hitler en Mein Kampf, "subordina por voluntad propia su propio ego a la comunidad y, si la ocasión lo requiere, incluso lo sacrifica". Esto suena mucho al tema de la campaña de John McCain de "Country First" (El país primero), antes del interés propio.

Por supuesto, es el gobierno quien decide lo que constituye "el bien común". ¿Hay alguna duda de que el gobierno definirá ahora lo que constituye "el bien común" en la industria bancaria y automovilística -y en la asistencia sanitaria cuando sea nacionalizada por completo-?

La filosofía detrás del fascismo italiano era prácticamente idéntica. "La concepción fascista de la vida", escribió Mussolini en Fascismo: Doctrinas e Instituciones, "enfatiza la importancia del Estado y acepta al individuo solo en tanto en cuanto sus intereses coincidan con los del Estado".

Es sorprendente ver cómo con tanta frecuencia las declaraciones de la política económica contemporánea son idénticas a las que fueron hechas por los fascistas europeos de la primera parte del siglo XX. Mussolini, por ejemplo, se quejó en 1935 de que la intervención del gobierno en la economía italiana era "demasiado diversa y en direcciones opuestas. Ha habido... intervenciones, caso por caso, según fuera la necesidad que surgiera". Su asesor, Fausto Pitigliano, explicó que bajo el fascismo, en cambio, la regulación gubernamental conseguiría una cierta “unidad de objetivos".

Así es exactamente cómo los poderes de Washington D.C. han diagnosticado la presente crisis financiera: ha habido demasiado poca regulación en el mercado financiero, nos dicen, y ha sido también, diversa y con contrastes. Así, han encomendado a una Super Autoridad Reguladora que supuestamente regulará y controlará todos los "riesgos sistémicos" que se tomen en el conjunto de la economía.

El único debate es si debería crearse una nueva agencia para alcanzar esta "unidad de objetivos" o si se le debería dar la responsabilidad a la Reserva Federal -que fue quien causó la actual crisis económica en primer lugar-.

Las asociación entre gobierno y empresas fue un sello distintivo de ambos fascismos, el italiano y el alemán. Como apuntó una vez Ayn Rand, sin embargo, en esas "asociaciones" el gobierno es siempre el "socio principal". La "colaboración" entre los gobiernos y el ámbito de los negocios era supuestamente necesaria en la Italia fascista, porque como explicó Fausto Pitigliani en su libro de 1934, El Estado Corporativista italiano, "el principio de la iniciativa privada solo podría ser útil al servicio del interés nacional".

Es este "servicio de interés nacional" el que pretende realizar el recientemente nombrado "Zar del coche" en la Administración Obama (junto con alrededor de otros veinte zares hasta el momento).

Es inevitable que el producto final sean los peores coches del mundo, subsidios y rescates ilimitados, y una deuda impresionante apilada sobre las espaldas de los contribuyentes. Todo esto para pagar una campaña de deuda al sindicato de los trabajadores de la industria automovilística (UAW), quienes realmente cargan con la mayor parte de la responsabilidad por la destrucción de General Motors y Chrysler.

La característica distintiva de la política económica de la administración Obama hasta el momento, son unas forzadas "asociaciones" con docenas de grandes bancos, además de con General Motors y Chrysler. Está amenazando cientos de esas "asociaciones" más en nombre de la regulación medioambiental. Y esto en sólo sus primeros cinco meses. Mussolini estaría lleno de envidia.

El fascismo italiano creó una economía gigante del rescate. El crítico social italiano Gaetano Salvemini escribió en su libro de 1936, Under the Axe of Fascism (Bajo el Hacha del Fascismo), que "es el Estado (esto es, los contribuyentes) quien se ha convertido en responsable de la empresa privada. En la Italia fascista el Estado paga por los errores garrafales de la empresa privada".

"Los beneficios seguían existiendo en la iniciativa privada", escribió Salvemini, pero "el Gobierno añadía las pérdidas como carga a los contribuyentes. El beneficio es privado e individual. La pérdida es pública y social". ¿No les suena familiar?.

El mismo Mussolini presumió en 1934 de que "las tres cuartas partes del sistema económico italiano habían sido subvencionados por el Gobierno", escribió Salvemini. La Administración Obama (con el empujón de inicio de la administración Bush) está en camino de exceder este nivel de saqueo.

Socialismo

En el prefacio a la edición de 1976 de su famoso libro, Camino de servidumbre, F.A. Hayek escribió que, cuando el libro fue publicado por primera vez en 1944, el socialismo significaba "la nacionalización de forma inequívoca de los medios de producción y la planificación económica central que hacía esto necesario".

Pero por los años 70, "socialismo había llegado a significar principalmente la extensiva redistribución de los ingresos mediante la imposición y las instituciones del estado de bienestar". Así, desde los años 1930 el Partido Demócrata en América ha sido el partido del socialismo, con el Partido Republicano o bien haciendo muy poca o inefectiva oposición, o bien, como en la Administración del Presidente George W. Bush, sirviendo como cómplices.

La Administración Bush expandió enormemente el estado del bienestar, mientras que Obama trata de expandirlo mucho más rápido, especialmente si tiene éxito en implementar el socialismo en el sistema sanitario y en imponer niveles de imposición sobre los ingresos todavía más lesivos sobre los ciudadanos más productivos.

Obama promete lo peor de todos los mundos económicos: una vasta expansión del socialismo en forma de estado de bienestar, como lo definió Hayek, junto con una pesada dosis de socialismo estalinista pasado de moda de la primera parte del siglo XX, con la nacionalización de bancos, compañías de automóviles, las industrias de la asistencia sanitaria, y cualquier otra con la que pueda quedar impune. El culto a la personalidad al estilo Mussolini que ha desarrollado a su alrededor le facilitará este camino desastroso hacia el suicidio económico nacional.

Artículo escrito por Thomas J. DiLorenzo, profesor de economía y autor de varios libros de historia norteamericana, donde revisa las lecciones que los americanos han aprendido en la escuela sobre Abraham Lincoln o el mismo sistema capitalista.

No hay comentarios: