miércoles, 15 de julio de 2009

El Espejo en que Podemos Mirarnos.

A última hora, California trató de evitar la suspensión de pagos mediante pagarés basura, y eliminando partes importantes del Estado del Bienestar, pero la realidad ha sido muy tozuda.

Obviamente, la causa más inmediata del fracaso californiano ha sido el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y de crédito que alimentó el boom de la economía de California durante los pasados años. Las restricciones crediticias y problemas de liquidez han ayudado a empujar a la quiebra al estado.

Sin embargo, llama la atención la escasa previsión de los encargados de elaborar los presupuestos públicos. Éstos sólo eran sostenibles en un contexto de burbuja económica y crecientes impuestos sobre la propiedad. Pensando que los años de vacas flacas todavía estaban lejos, no ajustaron sus presupuestos a la realidad, sino que siguieron apoyados en la ilusión financiera del boom.

No se dieron cuenta de que, como también les sucedió a las agencias de rating por no contar con una teoría del ciclo económico adecuada, el crecimiento que vivió California no se debía principalmente a factores reales, sino que estuvo sostenido sobre pies de barro: la política inflacionista de la Reserva Federal.

Así, ante una eventual crisis económica, las proyecciones que se realizaron para elaborar los presupuestos públicos no son más que papel mojado, al igual que ha sucedido en el caso español ante la total ausencia de previsión por parte del Gobierno. Los ingresos públicos se hunden ante el descenso de la actividad productiva, mientras que los gastos se disparan para pagar los subsidios al desempleo y otras medidas del Estado del Bienestar.

De este modo, los llamados "estabilizadores automáticos" pueden llevar a las economías a un déficit público desbocado que, como en el caso de California, ha provocado la bancarrota del estado.

A pesar de todo, la Administración Obama parece no entrometerse en el camino. El pasado mayo, el tesorero del estado de California, Bill Lockyer, pidió por carta al secretario del Tesoro de EEUU, Tim Geithner, que considerara ayudar a los estados con mayores problemas de liquidez.

Según informó The Washington Post, esta petición se realizó en base a la doctrina "demasiado grandes para caer" (too big to fail), que el Gobierno norteamericano ha utilizado para rescatar instituciones financieras. La respuesta de la Casa Blanca, sin embargo, fue concisa: el problema de California lo van a tener que resolver ellos mismos.

Mientras que el Gobierno federal se adentra en una senda de gasto desmedido con el objetivo de estimular la economía, los estados tienen que apretarse el cinturón para evitar descalabros presupuestarios como el de California.

Errores de cálculo en los presupuestos

Tal y como apunta un analista consultado por Business Week, las economías estatales y locales están actuando pro-cíclicamente (subiendo impuestos y recortando el gasto), por estricta necesidad para evitar la quiebra, mientras que el Gobierno federal sigue inyectando dinero público en el mercado para estimular la demanda -el déficit público del país supera ya el billón de dólares-. Esta divergencia se debe a la capacidad de financiación mucho mayor que posee el Gobierno federal, y la inestimable colaboración de la Reserva Federal al monetizar la deuda pública.

En un reciente artículo, la prestigiosa revista Time se pregunta qué estados corren mayor peligro de seguir la misma suerte que California. Y es que, la inmensa mayoría de los estados han tenido que tomar medidas dolorosas para poder aprobar los nuevos presupuestos, resumidas en subidas de impuestos y recorte de servicios públicos.

En este sentido, Business Week se hace eco de un estudio según el cual 47 de los 50 estados se enfrentan a agujeros presupuestarios. Por su parte, Minyanville, web de EEUU especializada en información económica, eleva a 49 los estados que podrán corre la misma suerte que California.

Más impuestos

Así por ejemplo, Vermont está cerrando paradas de descanso en las autopistas; en el estado de Washington 40.000 personas perderán el subsidio sobre el seguro sanitario y se prevé que la matrícula de la universidad pública aumenten en un 14%; y en Nueva Jersey suben los impuestos a las rentas altas, a los fumadores y a los consumidores de vino y licores. En Alaska y Nevada se estima que necesitarán gastar un 30% más de lo que los oficiales del estado prevén recaudar en impuestos.

En otros estados, la excesiva dependencia de sus ingresos públicos sobre los impuestos personales está agravando los problemas, dada la alta volatilidad de este tipo de tributos. Una de las economías más débiles, la del estado de Michigan, también ha pedido ayuda a la capital federal. Otra fuente de los problemas financieros de los estados, especialmente en casos como Massachusetts y Nueva Jersey, reside en la necesidad de financiación para seguir pagando las pensiones estatales.

La gravedad de estos descuadres presupuestarios en el futuro próximo dependerá del desempeño de la economía norteamericana y su habilidad para recuperarse pronto. ¿Seguirá aumentando el desempleo a altas tasas? ¿Dejarán de caer los ingresos impositivos para comenzar a repuntar?

Las expectativas sobre las que se basan los cálculos presupuestarios son un elemento clave. En el año fiscal que concluyó el pasado 30 de junio, los ingresos fueron menores de lo esperado en 38 de los 50 estados. En este punto, el excesivo optimismo y confianza en los brotes verdes puede ser una opción poco sensata y menos prudente. La articulista de Time concluye el artículo cruzando los dedos. No es para menos.

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